ARCADIA

Señora: los suspiros de las frases eolias
impulsan mi bajel a do los céfiros van;
recojo en el camino para Cipris magnolias
y laureles fecundos para el sátiro Pan.

Me dirijo a las costas de un lugar de embeleso
en que augusto el rosal sus perfumes irradia,
donde tienen cultores la alegría y el beso.
Virgilio nos narrara de éste fino edén de Arcadia.

Mi vehículo tieso, siguiendo regias pautas,
ejecuta en silencio mi muda emigración,
cuando escucho el sonar de metales y flautas
que me ofrecen, benévolos, musical recepción.

Al hollar ya mis plantas éste extraño terruño,
ofrecí mis magnolias a la reina del país,
y laureles a Pan, quien llevaba en un puño
para Erato un jacinto, un clavel y una lis.

De las frondas espesas resuenan dulces trinos
que acompañan la orquesta de un centauro doncel;
y las torvas bacantes en sus labios divinos
amalgaman las sabias de la vid y la miel.

Muy artística y bella, con una honda mirada
que fuera para un genio promesa de buril,
está Diana en la espuma de la blanca cascada
cinegética y púber cual si fuera marfil.

Y está el insigne Orfeo rebosando poesía,
con su lira fecunda cantándole al amor,
cuando pasan alegres Erato y Harmonía,
y la tímida Cloe, toda luz y esplendor.

Al Oriente diviso como un bosque de olivos,
en donde tiene Cipris su majestuoso altar;
y hasta el pecho la barba, cuerno y patas de chivos,
un tropel de estos genios se bifurcan a amar,

ya en pos de la inocencia de lindas satiresas,
ya en pos de las bacantes de fragante bouquet;
ya en pos de las nereidas que en las frondas espesas
azuzan al gran Baco, prodigio que se ve.

Celebro ser testigo de éste cuadro, señora,
que encierra en una aurora todo un haz de cristal.
¡A Arcadia dirijamos nuestra prístina prora!:
promesas hay de amores de una luz sideral.

D. R.