Flores en mí jardín.

Había en mi barrio un pintoresco jardín, con dos emblemáticas flores.

Y aunque los años borran al adulto sus alegrías más puras, el amor sincero se atesora.

Nostalgias que se pegan en mi pecho, de una tarde entera ocultándome dentro de sus ojitos, sonriendole a su risa.

Aquella maravillosa flor un día se aceleró a su tiempo y partió.
Y no muchos años después se arrancó de mi compañía la segunda flor, mi otra flor!

Comprendí que ambas me habían sido prestadas y aprendí a despedirlas a pesar de que no quería. Lloré años sus ausencias.

Y tuve que despedirme del jardín que echó raíces tan profundas en mi memoria.

Pero en días de lluvias, cuando me invade la pasividad del tiempo, me dispongo a dibujarlas y contarles las nuevas historias.

Es cierto que las extraño, pero mi amor sigue intacto como si nunca hubieran partido.

Todavía me sé sus canciones, sé de sus juegos, guardo en secreto nuestras travesuras.

Una me enseñó el significado de la amistad, mi primera estrella, mi gran amiga, vivió no más de 7 años.

La otra fue mi prima, mi hermana y camarada. Cuantas lecciones, cuanto cuidado.

A pesar de las cicatrices y aunque pesen los años, ni las canas , menos las arrugas, nada pesará tanto ni soplará tan fuerte para que yo deje de nombrarlas.