Arquitecta de mí
poema de Nicol Martínez
Soy jardín que aprendió a florecer sin testigos,
raíces profundas en tierra que no huye.
No soy jaula, pero tampoco viento errante,
mi alma es faro que no titubea por capricho ajeno.
Hoy soy casa con cimientos firmes,
no me tiemblo por ausencia,
ni me lleno con migajas compartidas.
Pido respeto como quien ofrece un templo,
exclusividad como quien entrega una corona.
El control… quizás mi escudo forjado en soledad,
no para dominar, sino para no perderme.
No quiero mitades compartidas en otras orillas,
ni brazos que sepan de muchos puertos.
Soy mar abierto, pero no para cualquier barco.
Quien navegue en mí, que lo haga con rumbo claro.




