1 cuerpo, 2 vidas

En un solo cuerpo pueden habitar más de una vida.

La primera se alzó sobre cimientos tambaleantes,
esculpida por vientos que herían al rozar.

Dejándo cicatrices
que aún laten
y murmuran historias
que no han dejado de perseguirme.

Pero entonces, una luz rasgó el espesor de aquel bosque,
y me descubrí caminando,
guiada, quizá, por un susurro divino.
Una corriente que acarició mi desolación,
deshiló los nudos de mi angustia
y tejió esperanza.
Así nació mi segunda vida.

Paso a paso, reconstruí mi camino,
dejé caer las costuras del pasado
y descubrí colores que mi alma nunca soñó.

Llegaron presencias cálidas, con el aroma de hogar.
Entre ellas, él:
un hombre que lleva en sus manos la promesa de un refugio,
donde las raíces se hunden firmes,
y el cuidado se transforma en fuerza.
Con él redescubrí la fe en lo perdido
y me atreví a soltar y a soñar.

En este renacer, me permití ser madre,
un acto de creación más poderoso que el miedo.
Y ahora, con cada paso,
estoy lista para pintar mi segunda vida,
no con colores prestados, sino con los míos.