En la noche

Bañó la plata oxidada
tu tez inmaculada,
dotándola si cabía de más belleza,
pues nunca vi tamaña pureza
que la que me ofreció la única testigo
de un crimen que nunca debió tener castigo.

Laberinto de reflejos capta mi pupila,
realidad que entre sueños oscila.
Livianas ideas que rasgan mi cabeza,
etéreas verdades que juro con firmeza.
Ni un ápice de luz vendrá a mi mente.
Ni la menor claridad nos oscurecerá injustamente.

Creímos eternas nuestras noches sutiles,
pero nos dieron muerte violenta como miles de fusiles.
La marea nos acompañó llorando a la Luna,
la serenidad de su reflejo añorando nuestra fortuna,
un canto de aves matutinas aceptando al nuevo farol,
y al fin un aciago naranja viendo algo de oscuridad en el Sol.