Alucinaciones táctiles

Como siempre, buscás limar asperezas
y, a mí, no podría darme más pereza
verte coronar pasteles con cerezas.

Lo que no ven tus ojos, aún siendo tan hábiles
es que dormía entre súbitos despertares
y sudorosos saltos de malestares,
ante tan horribles alucinaciones táctiles.

Podrías haber esperado a que cure el moretón
para apilar lastimeras palabras a tu montón.

¿Quién diría que, de humillaciones, eras un glotón,
que viniste a llevarte en público un bofetón?

Las lágrimas no ayudaron a superar,
tan solo sirvieron para supurar
las heridas que no pude suturar.

Lo que no sabés de mi parálisis del sueño
es que mis pesadillas inician tras me despierto
en un mundo en que vivos me ven con ojos muertos,
en un mundo en que mi d.i. dice que tengo dueño.

Solía reír y reír arropada en la ignorancia
de aspirar la belleza del basto cielo y su fragancia

hasta que un día sin sol dormí a merced de manos volátiles
y ya siempre despierto con alucinaciones táctiles.

¿Cómo rechazar lo que nos regaló
el dios del que, antaño, Cristóbal Colón
se disfrazó cuando hasta aquí llegó?

¿Nunca se te hizo raro que, al canonizar Santos,
esto lo lograran en base a todos sus actos
y al momento de que las Vírgenes se hicieran
dependiera de si abrieron en vida sus piernas?

¿En verdad creíste que se arrodillaría a rezar
para atrás las alucinaciones táctiles dejar?

¿En verdad creíste que se encomendaría a la deidad
para la cual su valor se fue con su virginidad?

Cuando logren entender que si arrojaron las piedras
fue para intentar evitar que lapidadas murieran,

¡que las medidas que les tomó el sastre del destino
pueda deshacerlas la modista del libre albedrío!