Misiva sin destino

Misiva sin destino

Querido, mío, en esta carta hilvanada de entrañables sentimientos te escribo las cosas que nunca antes te pude decir. Estas letras van impregnadas con el aliento del último beso que nos dimos. Y ahora en mi soledad existente,
te haré participe de mis anhelos, de mis dudas y mis sueños; ¿Sabes?, cuando me enamoré de ti, hasta el cielo me elevé. En mi imaginación podía tocar las estrellas con la yema de mis dedos; a ellas las acaricié y les hablaba de ti,
y las muy coquetas me sonreían con su luz,
y desde el firmamento alumbraron siempre tu camino, haciéndote llegar con sus destellos mis epístolas de amor.

Hoy deseo decirte que tu amor me dio vida, me dio alegría, me dio ilusión y me infundió fe. Tu amor despertó la pasión adormecida de mi alma, y fue esa linda ilusión la que me incitó a escribir, si, por ti comencé a escribir, fuiste y sigues siendo mi gran inspiración; yo te compuse versos que te hacían soñar despierto. También te dediqué canciones románticas para conquistar tu alma de poeta. E - indudablemente, ¡es muy bello vivir con una ilusión en el alma!, porque cuando se vive sin ilusiones es como estar muerto en vida, y por esa razón muy grande cuando el amor nos llega al corazón lo tenemos que cuidar y tenemos que disfrutarlo en gran manera.
¿Sabes? Tu amor infundió sentimientos irracionales en mi persona, sentimientos que iban en contra de mi ética moral y religiosa. Pero aún así, te seguí amando, y no me importó ir en contra de mis principios. ¡Por ti, lo hubiera dado todo! Quizás Podrás decir que te amé con un amor irreflexivo, tal vez así fue el amor que sentí, o aún siento por ti. Irreflexivo, desequilibrado y tal vez hasta imprudente. ¿Y sabes?, no me avergüenzo de ello, porque así es mi manera de amar. Cuando le entrego mi corazón a alguien lo entrego completamente, cómo también entrego mi pasión absoluta, en otras palabras, yo entrego todo lo mejor de mí; y así te lo expresé siempre. Y siempre te decía que deseaba darte lo mejor de mi persona, porque contigo me sentía vivir en la gloria. Y a pesar de todo lo que pasó entre nosotros, no me arrepiento de haberte conocido, porque contigo aprendí a vivir el amor en todas sus dimensiones.

¿Recuerdas cuando echaste la rosa blanca en las aguas desde el muelle de Viña del Mar? Echaste esa rosa al Mar para que cruce los océanos y me llegará hasta aquí, hablando (simbólicamente), ¡claro está! Aquí recibí esa linda flor, y la contemplé en mis tiempos de nostalgia, y cada vez que la veía, pensaba en ti. Y siempre pensé en el tierno beso que le diste antes de arrojarla al agua. ¡Qué flor tan afortunada!...Ella tuvo la dicha de sentir el roce de tus labios en sus delicados pétalos; su aroma se impregnó en tu piel, y en mis momentos de soledad percibía tu aroma y rozaba suavemente sus pétalos con mis labios, de esa forma sentía tus labios sobre los míos. También recuerdo las frecuentes conversaciones que tuvimos por teléfono, especialmente una; recuerdo que en esa ocasión tuvimos una conversación muy prolongada. Hablamos de todo un poco, y reímos como nunca ¿Lo recuerdas? ¡Yo si lo recuerdo todo! Recuerdo tus palabras de amor, me expresaste tanto amor, que me parecía estar viviendo un sueño. Me dijiste que me amabas con toda tu alma, y me lo repetías hasta el cansancio; ¡Cómo olvidarlo! Si aún siento que tengo el timbre de tu voz en mis oídos. Y Sin exageración alguna al escribir estos recuerdos, esa vez me expresaste un te amo como unas diez veces seguidas. Me expresaste tu amor hasta quedar sin aliento. Sabias muy bien como transportarme hasta el cielo, aún sin "tocarlo". Solías ser muy tierno, dulce, apasionado, y también me hacías reír hasta el cansancio con tus bromas. Tu buen humor es algo que admiré de ti, desde el primer día que te conocí. Creo que por eso me cautivaste; porque el día que te conocí me hiciste reír con tus ocurrencias, de verdad supiste captar mi atención con tu carácter tan peculiar. Realmente me deslumbraste, así comenzó lo nuestro, ¿lo recuerdas? ¡Discúlpame!, creo que te cuestiono como si estuvieras presente, y eso siempre ha sido mi manera de hablarte en mi pensamiento, cómo si mis ojos estuvieran viéndose en los tuyos.

¿Sabes? El otro día, uno de esos tantos días en los que regularmente pienso en ti, recordé algo, algo muy importante para mí. Recordé la noche que prometiste venir a mi encuentro, lo juraste por la memoria de tu difunto padre. A veces hacemos promesas sin poder cumplirlas, y recordé lo bello que fue escuchar esa promesa. No te estoy reprochando nada, solo quiero que tengas presente que fue muy hermoso de tu parte prometerme eso. Tal vez en aquel tiempo el amor que sentías por mí era tan inmenso que te hizo decir cosas lindas. A veces contemplo el firmamento en las noches despejadas y al mirar las estrellas pienso en ti, y me viene a la mente la canción de Rocío Dúrcal, aquella que te hice escuchar por teléfono, y que se titula…“Quédate conmigo esta noche” ¿La recuerdas?

Siempre que miro las estrellas me acuerdo de ti, y de esa canción que te dediqué aquella noche. Al comienzo de la primera estrofa te quedaste muy callado, escuchaste la canción con mucha paciencia, y cuando se terminó me diste las gracias, para luego decirme que te gustó mucho. Recuerdo que suspiraste profundamente, yo podía escuchar tu respiración agitada a través de la línea telefónica, y hasta hiciste una broma, dijiste que no sabías si sufrías del corazón, o suspiraste profundamente por el gran amor que sentías por mí. A veces te comportabas como un chiquillo mimado, eras mi chiquillo mimado, incluso, en ocasiones solía llamarte así, mi chiquillo, ¿Lo recuerdas? Y cuando te sentías agotado y triste, acudías a mis brazos, yo solía recibirte con una sonrisa en mi rostro y te daba amor, te daba mi pasión, mi ternura y todo mi afecto. ¡Tú fuiste mi todo! Eras mi amante perfecto, mi compañero predilecto, ante mis ojos, fuiste el hombre ideal. Ahora, al recordarte en mi presente no me siento triste por lo que un día fue, ¿y sabes por qué me siento así? Porque me han quedado todos los hermosos recuerdos que juntos construimos. Sé muy bien que no puedo vivir solo de recuerdos, sin embargo, son tus recuerdos los que hasta ahora han mantenido viva mi ilusión.

¿Te seguiré amando? Esa pregunta me la he repetido muchísimas veces, y a veces mi respuesta es sí, otras veces es no, realmente no sé si he dejado de amarte. He tenido oportunidades para rehacer mi vida, pero al pensar en todo el daño que podría causarle a cierta persona, me he acobardado, y nunca he tenido el valor suficiente como para darles oportunidad a otras personas. Tú, más que nadie conoce mi manera de pensar, y siempre le he temido a la infidelidad. Contigo fui infiel con el pensamiento, lo sé, eso cuenta como infidelidad, porque se es infiel hasta con el pensamiento, pero... ¡Te amé tanto!, que me habría entregado a ti por amor.

¿Sabes?, hace poco conocí a una persona que me cautivó, eso sentí al poco tiempo después de haberlo conocido, una persona lindísima, y muy parecido a ti en carácter. Al irlo tratando comenzaba a sentir algo por él, y cometí la torpeza de expresarle mi sentir; tú me conoces muy bien y cuando siento algo lo digo sin miedo alguno sin pensar en las consecuencias. Él, desde el principio de nuestra amistad me hizo partícipe de sus sentimientos hacia otra persona, siempre demostró amor por esa persona, ¿te imaginas?, fue su primer y gran amor, eso creo, porque eso fue lo que veía en él, amor, mucho amor y sufrimiento por ella. Él sufría por ella, y yo por ti, éramos como dos náufragos en la deriva, dos almas que unió la soledad, dos almas que se tuvieron que alejar el uno del otro. Él, por no ilusionarme se comenzó a alejar de mí, no pudo desterrar de su corazón a su amada, y ahora me pregunto...

¿Comencé a sentir algo por él, sólo porque en él, te miré a ti?, ¡no lo sé!, realmente no lo sé. No me enamoré de él, pero tampoco niego que llegué a sentir algo muy lindo por ese hombre. Creo que nadie podrá borrarte nunca de mi mente, y sacarte de mi corazón. Hasta ahora nadie ha sido capaz de cautivarme como un día lo hiciste tú. ¿Eso es amor o pecado? La respuesta son las dos cosas, amor, por el sentimiento tan bello que un día hiciste que naciera en mi corazón, y pecado, por amar a alguien cuando me está prohibido amar.

Nunca hicimos el amor, pero pudimos vivir y sentir la gran pasión que nos quemó las entrañas, y a través de la distancia pude palpar y acariciar tu piel, y sentir tus apasionadas caricias recorrer todo mi cuerpo. Pude saborear tus besos, y sentir en mi cuerpo tus manos temblorosas cuando recorrías con ellas cada centímetro de mi piel haciéndome estremecer de placer. Lo que tú y yo vivimos, fue algo muy especial, y creo que nunca te podré olvidar, porque creo sinceramente que tu recuerdo vivirá para siempre en lo más profundo de mí ser.

¿Sabes?, podría ir a buscarte hasta el fin del mundo, pero, ¿para qué? Ya nada tiene sentido, porque has dejado en mí, dudas, muchas dudas, y esas dudas corroen el alma. Ante todo está mi orgullo de mujer, y jamás buscaré a alguien que no sé con certeza si verdaderamente me amó, yo sentí que me amaste, en nuestro momento sentía tu gran amor en mí, ¿pero acaso, un amor así tan grande como el de nosotros se puede olvidar tan fácilmente? ¿O verdaderamente te alejaste por no hacerme sufrir? ¿Realmente se puede hacer eso? ¿Se puede dejar ir al verdadero amor solo por pensar que no somos capaces de hacerlo feliz? Las respuestas amado mío, realmente no las sé. No tengo ninguna respuesta a mis preguntas, como tampoco tengo disipadas las dudas.

¿Estaré destinada a amar para siempre a un recuerdo?
¿Podrá mi corazón vivir sin una ilusión todo el tiempo?
¿Volveré a Soñar como me hiciste soñar tú?
¿Volveré a encontrar a alguien cómo tú?
No tengo respuestas a mis preguntas, solo quiero que guardes en tu corazón y en tu memoria esta carta que hoy redactó mi corazón para ti.

Palabras del alma

Abril/ 13/ 2003

Martha Humphrey
Derechos reservados©