La razón del poeta

La razón del poeta

 

Caminando por un sendero, con un poeta me encontré, él recitaba poesía y con fascinación lo escuché. Admiré sus versos líricos, versos de amor y dolor, él lloró al recordar a su amada y yo, yo suspiré por un viejo amor. De pronto se me ocurrió, al poeta cuestionar, y sin pensarlo dos veces al trovador pregunté… ¿Poeta, cuál es tu razón de ser? El poeta cabizbajo la tierra contempló, y su brillante mirada, mi día iluminó; sus ojos posó en mis ojos y sus manos tomaron las mías, y con una sonrisa en su rostro él me contestó sereno. Me dijo, escucha niña, escucha con atención; la razón de ser de un poeta es la vida y la muerte, es el universo entero o la brizna insignificante de algo. El poeta y su razón de ser, es la ternura de un niño, es la pasión de un gran amor, o el apasionamiento momentáneo de una ilusión muy breve. Puede ser también un recuerdo, un suspiro, o una sonrisa leve; o también una canción de amor, o unos hermosos ojos. Unos carnosos labios, o la brisa fresca acariciando una piel. ¿Y cómo olvidar la nostalgia, la alegría y la soledad, el Sol y la brillante Luna, la alborada y el ocaso? ¿El día, y la noche oscura, el infinito y las Estrellas, la lluvia, los pájaros, las flores, y al gran creador que es Dios? De eso y más, necesita el poeta para poder escribir, para escribir una sagrada prosa, o unos versos con rima asonante. Todo lo que vive y muere, es la razón de ser del poeta, y su razón más excelsa, es el verdadero amor; el amor correspondido, o un amor platónico que el alma cobija; eso y más, necesita el poeta, para poder escribir.

 
Palabras del alma

 Febrero/18/2006

Martha Humphrey©