LOS GIRASOLES NO AMAN EN INVIERNO

Los girasoles no aman en invierno

El crudo Invierno ha llegado con tal disfraz de enamorado. Con su gélido aliento pretende marchitar el fuego que abraza mi cuerpo, pero únicamente logra torturar a mis oídos con sus constantes burlas; Los girasoles no aman en invierno, el caballero Sol no tiene a quien hacerle el amor.

Ante mis ausencias él se expande siniestramente. Trae consigo promesas ficticias con las que engaña a todos aquellos seres que le acepten. Al finalizar su ciclo se aleja llevándose lo que satisface a su soberbia.

Con burlas él regresa alardeando el destino de los que pactan con su frío.

En los momentos de su reinado, altivo exilia mi brillo. Sus lacayos nubarrones ciegan mi mirada. Aprovechándote de mi momentánea ceguera tú juegas a amarle. Te entusiasma ser deseado por otros. ¡Sin preocuparte de mis sentimientos!

Con lujuria le abrazas.
¡Soberbio te oculta de mí, de la luna y sus estrellas!

Mis ojos ya no perciben la sonrisa de tus pétalos dorados.
La incertidumbre se adueña de mis pensamientos debido a que tu mirada ya no me observa.
Ni siquiera al evocar las formas de tu pequeño cuerpo me salva de esta prisión helada.

Con ese aliento que arrasa con todo, Invierno quema tus raíces, de tajo te separa de mi lado, llevándote consigo.

Anhelabas abandonarme y vaya que encontraste la forma. Tus raíces arraigadas sobre esta tierra eran uno más de los motivos por los que me aborrecías. Querías alejarte e Invierno fue tu salvador.

Tu desamor a este Sol fue la única verdad que no quería yo aceptar.
Ofrendaste a Invierno la belleza de tus pétalos. Esa fue la única condición para que él te llevara lejos y así te marcharas de mi legendario reino.

Creíste que Invierno mantendría tu belleza eterna sin que caricias mías intervinieran. Tu inexperiencia no comprendía el por qué la naturaleza nos unió, ¡del porque tu semilla crecía a causa del calor de mi cuerpo!

Dos otoños pasaron en los que creciste fingiendo un sentimiento. Al liberarte de esa semilla en aquellos días tú naciente sonrisa enamoro mí corazón. Nunca quisiste aceptar que ese brillo te lo daba sin pedir nada a cambio. Estaba seguro que alguna vez comprenderías que en verdad te cuidaba, que en verdad yo te amaba.

En estos momentos en que mis pensamientos se escriben sobre los vientos, no sé en donde te encuentres, si te has marchitado o simplemente tus raíces se aferraron encima de otra tierra; al amparo de otro cuerpo o tal vez sea verdad lo que Invierno cuenta…
Que te robo el brillo marchitando tus pétalos para que no tuvieras descendencia. ¡Que tu soberbia era tan grande que se creía única en este mundo!

Su larga cabellera te luce como a otros tantos trofeos que con engaños colecciona. Su ego le supera más y más a su azul mirar.

¡Como toda estación el siempre regresa!
¡Ante sus múltiples burlas las nubes lloran mi tristeza!

Intento saber de ti, pero él solo vocifera; La orden del girasol se ha extinguido. El caballero Sol no tiene quien le sonría, el escudero Girasol ya no le hará el amor.

Se acerca, se burla y se aleja dejando a la deriva la respuesta a mi pregunta eterna.

Eras el único que en aquellas mañanas de primavera observabas de frente a este legendario astro. El l ocaso del atardecer tragaba mi ser y eso te hacía feliz.
¿Cómo no vi tu desamor al coquetear con otra estación?
¡Planeaste tu huida desde su primera caricia!

Calculador Invierno sabe como bloquear mi luz. Encerrado dentro de sus nubarrones se jacta del cómo te sedujo, presume como degusto de tus dorados pétalos. Con esa risa húmeda se saborea tu esencia. Con su libido corrompió tus raíces verdes y con saña disfrutada me echa en cara la poseía creada de tu cuerpo al contacto con sus fríos labios.

El narra cómo mis caricias te asfixiaban, como mi luz te laceraba.
¿Te fuiste o te raptaron?
¡Aun quiero justificarte!

No existe ya semilla en la que pueda yo confiar. Mi mente ya no sabe si aun anhela tu regreso o tal vez en otro cuerpo yo descubra tu mirar, ¿Le podre llegar a amar?

Las luciérnagas desdibujan tu nombre de mi cielo. Compadecido de mí, el ocaso resguarda mis constantes suplicas.

Sobre los mundos mi cuerpo envejece pero no permito que mi fuego cese ni aún por soledad. Soportaré el reto de que Invierno regrese e intente lacerar a mis oídos con sus gélidos gritos… ¡los girasoles nunca te amaran en invierno ni en ninguna otra estación!

Ha pasado siglos y aun espero que la próxima primavera que toque a mi puerta decida soltar su herencia. Que me brinde un leal escudero que me acompañe hasta que los tiempos eclipsen mi brillo, que obligue a esas horas a perder el temor al evocar tu nombre cuando tu historia se presente en mi mente, ¡que me obligue a interesarme en mí actual presente!
Siempre le recordare a mi corazón la lección aprendida. Los girasoles no aman en invierno ni en ninguna otra estación, debido a que nacen de una frívola semilla que siempre anhela ser más brillante que su príncipe Sol.

Mientras el crudo Invierno aun se jacta dentro los tiempos venideros. El gigante astro llamado Sol teme tener un nuevo amor ya que fue engañado por un simple Girasol. Ante la inseguridad de que sus pétalos no fueran más brillosos que el Sol, le convenció de que los girasoles aman fielmente en cualquier estación.

Autor: Mario César Palma G.
Derechos Reservados.

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