YO NO SOY INQUILINO

YO NO SOY INQUILINO
Cantaba en todas las fiestas sin ser invitado, siempre acompañada de la plañidera, que por unas monedas la condenada lloraba más que la viuda.
¿De dónde tantas lágrimas? Tan bueno era el difunto, para extrañarlo con gran dolor
¿Qué será de está mujer? Al terminar las exequias como remediar su incertidumbre
Y así cada momento difícil de los habitantes ellos estaban presente, corrían los años en que las iglesias, ya estaban saturadas de difuntos, así que decidieron las autoridades, construir un cementerio o dormitorio, para los nuevos inquilinos, el nombre “Presbitero Matías Maestro” ingeniero, constructor y diseñador, pero dicha construcción, ya no solo los acogería en la tierra y en los elegantes mausoleos familiares.
Se construyó edificios, cada urna llevaría el nombre de un santo, al inicio cuatro pisos, los cuarteles, para cada difunto su rectángulo privado, con costo perpetuo, pero si no abonaban, desalojados a los tres meses, en viaje directo a la fosa común o sus cráneos a cuidar casas de familias creyentes, para espantar a los espíritus malos y los mortales delincuentes.
Si eran suicidas, gente mala cruel, aquellos que no respetan las normas, tendrían su propio paraíso.
La gente piadosa tumbas cuidadas y veneradas, siempre con flores y oraciones, no faltaron los folklóricos con sus colorinches, la orquesta para despedir al difunto, con una buena fiesta para el camino a su nuevo hogar, si era andino, coca, chicha y su ropa o cigarro, cada inquilino gozaría del adiós a su estilo.
El tiempo pasaba y el cementerio no tenía inquilinos, nadie quería ir tan lejos de la ciudad, la zona de mala fama, conocida como Huerta perdida de la Buena muerte, no era digna de ser pisada.
Molesto el constructor Matías, entrevisto a la muerte ¿Qué pasa que nadie muere?
El cementerio debe inaugurarse el 31-05-1808, con pompa y digno de ser el primero.
-La muerte, con sus calancas amarillentas, con su óseo índice, señalo que estaba de vacaciones
-imprudente, la vida debe continuar y aquí la muerte ya tiene su rincón con título de propiedad
La muerte mostró su regia dentadura – yo no me opongo, si usted Don Matías, quiere inaugurarla,
Al final no tengo pacto con la iglesia- sacudió su sotana, se marcho crujiendo los huesos
Y así fue el Presbitero Matías Maestro, estreno el aposento.
Con música, autoridades famosas y las infaltables plañideras.