Del Swinger Club I

La esperaba todas las noches al salir del Swinger Club llamado la Nalgona, ella se llama... aunque creo que es mejor no decirlo pero evitar alguna confusión utilizaremos mejor un seudónimo, creo que sí, así que la llamaremos Klaudia, pero con K, ya que la preciosura es medio anarquista, misteriosa y seductora.

Como de costumbre yo siempre estaba ahí todas las noches a las afueras Club soportando el frio cortante sentado en mi carro, y ella rara vez llegaba cansada, siempre salía de buen humor, olía mejor de cuando salía de casa y a veces me daba la impresión que estaba recién bañada la empoderada. A mi me tenía especialmente prohibida la entrada al Club La Nalgona y todos los clubes ubicado en la misma calle Lincoln entre Neruda y la O'leary.

Nunca sentí una curiosidad incontrolable por acercarme, hasta que un buen día reconocí a unos de los de seguridad que estaban en la puerta esa noche, lo llamaban el fósforo, no solo porque tenía el cabello rojo sino que tenía la capacidad de cambiar de humor en 5 segundos y se volvía difícil de controlar, pero apartando eso Henry era un pan, no se metía con nadie durante el día.

Klaudia me tenía de chofer de media noche, todas los días llegaba a mi casa a eso de las 2AM después de dejarla a ella en su casa, luego regresaba a mi casa para bañarme y salir a trabajar horas después como si fuese un zombie, un maniquí o que se yo, hasta que una noche sentí esa curiosidad incontrolable de acercarme a Henry con la posibilidad de que gracias a aquellos años cuando frecuentaba el bar de putas donde el trabaja que se llamaba El Pescado Muerto y que tenía hace diez años las mujeres asiáticas, irlandesas y africanas mas preciosas del mundo, y que yo solía visitar a media semana para liberar tensiones antes de pasar el fin de semana con la belleza de mi ex prometida la ninfómana. Su pretexto era que no le gustaba salir y me quería tener todo el fin de semana yendo y viniéndome, prácticamente no me quería dejar salir de la cama, ni siquiera para bañarme y deshacerme de sus fluidos.

Una noche después de dejar a Klaudia en su casa ubicada en el barrio San Ludovico al norte de la ciudad, decidí regresar inmediatamente para probar mi suerte con Henry, necesitaba oír de su boca por lo viejos tiempo que Klaudia no era ninguna Gerente de Mercadeo, anhelaba confirmar mis grandes dudas que ese gran amor de mi vida estaba siendo compartido a la fuerza desde hace mucho tiempo en el Club La Nalgona, así que antes de llegar a la calle Lincoln paré a comprar en el kiosco nocturno de una vieja rumana que había llegado en la década de los 70s a San Nicolas una caja de cigarrillos marca Camel sin filtro que tanto le gustaba fumar a hace 10 años como carnada a ver si le lograba sacar información sobre la jornada laboral nocturna de mi amada Klaudia.

Era realmente tarde y en un par de horas tenía que levantarme para ir trabajar, así que dejé de romperme la cabeza en el estacionamiento del Club La Nalgona, apague mi carro, salí, y me dirigí a la puerta en el momento que quedó solo para hacerle mi única pregunta, y escuchar la única prefabricada afirmación que tenía en mi cabeza para dejarla y seguir mi vida en otro país. Al acercarme a Haney abrí mi mano para estrechársela y saludarlo, el me abrazo fuertemente y susurrándome al oido me dijo, Carlos este no es el momento, ni te atrevas a hacerme esa pregunta aquí, algunas de las cámaras de club tiene también micrófono, así que abrí el paquete de cigarrillos que le había comprado a Sorina, saqué dos cigarrillos sin filtro, los encendí y le dije por lo viejos tiempos, el tomo uno yo me quedé con el otro y le regalé los otros dieciochos que quedaban. Conversamos un poco de aquellos años de putería de los días miércoles y al despedirnos me dio su tarjeta de presentación, me volvió a abrazar y me susurro al oido: llámame durante el día y te diré la verdad de tu mujer, ella no es lo que realmente estas pensando en este momento.

Continuará...

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