Silbos de plata

Veo los Recuerdos, latidos de lluvia
enmarcados en siluetas de peldaños nebulosos.

Luna plateada que te ocultas
mientras grita el gigante de luz enervado,
reflejo metálico de su bravura
por este mutilado edén.

Por alguna razón
mi héroe maipussino me acompaña
en esta silenciosa y arcana noche,
es un navío bravío que abordas con valentía
que se prepara para acechar animales displicentes
cuervos ciegos que orgullosos se elevan con sus almas negras
y te deslizas en la linea de su cordura
intentando que pongan sus patas en las tierras de la sabiduría.

una torre firme, intimidante
con el alma entre sus manos
esa que ha dejado y recogido en cada viaje.
En tu sangre se escriben historias fermentadas,
añejas de un amor
que al final del largometraje escalo
y con sus brazos de algodón me rodean,
pedacitos de anhelo congelados en mi rostro
que marcan su presencia.

canto mágico de letras que conviertes y amenizas
adorable con el céfiro de tus labios,
junto a estrategas de marfil
que con guerras sabias hermosearon.

El cielo debora, esculpe nuestros cuerpos
nos arroja en un valle anegado de caminos negros y pantanosos
con ríos grises endurecidos, donde la lluvia emerge desde el suelo corrupto.
y esa noche nos arrulló bajo el árbol legendario
y nos acarició con besos de noctilucas,
parajes derretidos en baños de auroras y atardeceres
preciosos de codicia por tu cercanía
canales incandescentes de energías que tus ojitos engalanan
y difuminan a los arboles de cobre.
Los caminos te conocieron por temerario
conquistador del corazón del anima de una selva civilizada,
bestia sigilosa que se ha robado las vestiduras de la noche
y que emerge desde sus volcanes de oliva
Mi querido rapsoda, él vive
lanzándonos su hasta luego desde el tejado.
Esa fiera que te ha entregado su rebeldía y
cada mañana suelta de su cabeza la misma canción vestida de azul
que acompaña a la mía, rogando al cielo que nos permita
luchar por la vida junto a ti,
de entregar la fuerza y las suertes que me pertenezcan,
de regalarte mis hojas de cerezo
después de que la luna silbe
desde su reino de plata y
hasta perecer en tus brazos
con tu nombre escrito en mis venas