EL VIDRIO DE SU ALMA

Una luna muy blanca,
en su mullido jersey,
juega con rosas
amorosamente bordadas.

Imagina que las teclas de su ordenador
son hilos de oro de los que cuelgan
alegres marionetas.

Tiene un teléfono,
del color de las estrellas,
conectado al universo
para poder escuchar hasta los
más lejanos diálogos.

Da vueltas en espiral y piensa:
“¿es la noche el amor encerrado en un cubo?,
¿está mi alma habitada por prosaicos espíritus
que tienen las narices tan frías como el hielo?”…

Ha despertado al mundo.
Al presentir el giro de sus átomos,
traza su espíritu acrobáticos círculos.

Suspendida en el vacío,
desnuda, se entrega a vivarachos
fotones que bañan con irisadas luces
el intrincado vidrio de su alma.