BAJO UN CIELO ESTRELLADO

Bajo un cielo estrellado, la noche se
despierta. La primavera canta, la tierra se
enreda en los susurros de un alma
embriagada por una secreta pasión.

Soplos de aire fresco acarician mi piel.
En cada suspiro puedo oler los campos
que reverdecen, el perfume de infinitas
flores, el almizcle de vientos aromados
con esencias divinas.

El firmamento despliega su nocturno lienzo,
las estrellas titilan —destellos de lo
eterno— y la luna, azorada, silente
compañera, baluarte de mis sueños, sale
de su refugio al presentir las ruborosas
luces del ocaso.

Por las calles, al eco de unos pasos,
se adivinan insólitas caricias.
Sus esperanzas, sus sueños, fervientes
enamorados se confiesan derritiéndose
en incontenible danza, asaeteados
por furtivas miradas...

Dos corazones laten al compás
de una ilusión, tejen osadas historias
bajo un manto tenuemente iluminado.
Dulces baladas se elevan hasta los cielos
como ardientes melodías nacidas de
incontenibles pulsiones…

Noche de primavera,
paraíso de fervor:
al abrigo de tu aterciopelado manto
dos amantes sin temor se abrazan.
Bajo el influjo de atrevidos brebajes y
ancestrales invocaciones mágicas, en tu sagrado
vientre los sueños se hacen realidad…

¡Oh, noche gloriosa, noche de ensueño!...
He de reconocer, con alma agradecida,
que, a la luz de tus estrellas, todos
los prodigios se hacen posibles.