Querida amiga

¿Quién se tardó tanto allá afuera?
¿Quién se tardó en morir aquí adentro?
¿Quién reposó sobre los verdes prados,
Bajo la sombra fresca, una mañana?
Se acerca la primavera
Al otro lado de la ciudad,
Allá donde tu corazón se apoya en otro pecho,
Allá donde tu voz dulcifica
El canto herido del pájaro cautivo,
Donde tus besos logran petrificar el tiempo
Y él puede dibujar los límites
De tu cabellera ondulada con sus manos,
Puede contemplar el océano sereno
Cuando la luna duerme en tu vientre desnudo.
Porque tú fuiste navegable,
Pero también fuiste un beso huracanado
El mar salvaje que me arrastraba
Del sueño sosegado al deseo impulsivo.
Recuerdo que caías tantas veces del cielo,
Brillante y desnuda;
A veces, serena y triste,
Como ave indecisa antes de partir.
Si bajo el arbusto inerte
Los regalos sin abrirse han envejecido
¿Quién recita alegre, allá, a lo lejos
Mientras el tronco débil cae vencido?
Si el dolor se extinguió por siempre
Alrededor de tu infinito amor
¿Quién duerme aún atado en un beso insensible
Y en una promesa perdida?
Si la materia adormecida y tibia
Terminará sepultada en el olvido
¿Quién experimentó la eternidad
Al desfallecer bajo tu candoroso abrigo?
Las preguntas saltan a la misma hora
Sobre las teclas del piano enardecido
Y no quieren irse de aquí.
¡Cállense!
¡Hay un abismo entre nosotros!
Soy la cara opuesta, el caballero desgarbado,
De tu reino, apartado; y próximo a morir.
Es verdad, amiga Liebre,
He perdido la ilusión,
Las palabras que fluían como mariposas
De un sueño extraño, en un día extraño
Yo solo con verte, tú solo con existir.