Día suicida
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Soy como una piedra que rueda
Empujado por una corriente de sangre;
La sangre que desciende
Por las montañas y las paredes,
Y los muros que separan
El canto sublime y el aullido aterrador
De nuestros corazones.
Hoy que tengo dónde depositar
Mi cuerpo cicatrizado
Siento que nada me duele.
Duermo en las cuevas profundas
Y voy con mi brazo torcido
A labrar el páramo de mis emociones.
Solo soy un juego de piezas impares
Para el que desconoce mi indiferencia.
¡Ser artista de los huesos y las palabras
Que reflejan el abismo en la mirada!,
Es mi pasatiempo.
Guardián solitario, hombre testarudo,
Barquero de las aguas misteriosas
Sombra tenebrosa bajo la luna llena,
Viajero taciturno.
Vagabundo que persigue un hermoso sueño
Imposible de ocurrir.
Labriego de los campos de la locura.
Predicador del miedo y la demencia,
Los sueños desterrados
Al invierno helado y el extraño temor
De no poder despertar jamás.
Soy autor de mis pesadillas,
La exaltación de los insectos furibundos
Y el maldito ritual
Que se repite y se arrastra cada semana
Por el camposanto de mi mente perversa.
Hoy, el trabajo es el mismo de siempre
Hoy, ¿saldrá el nombre ausente a recibirnos?
Sombras que van y vienen a lo lejos,
Dolorosos abrazos,
El cuerpo enterrado, un eterno adiós…
Y con mis endurecidas manos
Levanto mi sombrero de números y versos
Hacia el cielo gris de otoño,
Hoy lloverá y mi alma no ha de mojarse
Con su llanto angelical.
Siento detrás de mí los ojos de la muerte
No me interesa, no, ya no importa
Hoy no puede dolerme nadie
Que por dentro recorre lento el tiempo
Y nadie sabe cuándo ha de terminar.
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