Clarividencia

Como gotas de lluvia
mis finales abyectos
evocan tus posibles
en los besos que fueron,
se proyectan gigantes
en cualquier sombra errante
y me provocan miedo,
pavor, porque te has ido,
temor de que no vuelvas,
de quedarme obsoleta
entre estos libros viejos,
entre papeles mudos,
escribiéndole al viento,
rezándole a la luna,
con mis ganas de verte
vertidas en un vaso
y este amor, que de pronto
comienza a parecerse
a mis tres tristes trazos,
herido ya de muerte
por el zarpazo cruel de tu inmisericordia.

Me encuentro entre mis cosas,
trémula, agazapada,
con dudas deontológicas
de si el amor es siempre
la hiel que hoy me envenena.
Proyectando preguntas
en los ojos transeúntes
de todo aquél que pasa
y al sentir mi congoja
se acerca ingenuizado
sin saber que en la esencia
de este cuerpo taimado,
de esta sonrisa estoica,
de esta voz acuciante,
sobreviven fantasmas
de la alegría que precedió a tu indiferencia.

Icé bandera blanca
para ver retirarse
entre escuálidos huesos
las tropas de tu ausencia.
Quedaron los espíritus
de aquello que olvidaste,
sobre ellos deposito
mis peores predicciones:
asumiré mi pérdida
y en premio a mi derrota,
evadiré otras manos,
huiré de otros abrazos,
amarraré a tu nombre
hasta el último resquicio de mis días…
Pero vos, ojos negros,
corazón escarlata,
fabricante de sueños,
embustero sin alma,
no cantarás victoria:
te irás con mis riquezas,
a conquistar batallas,
mas en los labios de aquella que te bese
cual sapidez infame sentirás
el amargo sabor de mi agonía…