Lo que deja la nostalgia

Siento nostalgia.
Camino envuelta en la vorágine de cosas importantes que hacer...
el tiempo de los susurros y los suspiros ha quedado atrás.

Extraño los tiempos de silencio,
los pasos deslizantes por el hielo,
la nariz roja de frío y la sonrisa congelada de las muñanas de mi sur querido.

Extraño, las cartas...
los tiempos de espera,
las ansias por ver al cartero trayendo un respuesta.

Extraño las tardes de ocio en la pampa,
que acompañó mi infancia,
entre murras y zaguanes,
saltamontes y margaritas.

Extraño la simpleza de mi gente,
los abrazos desinteresados,
las borracheras bien lloradas,
los picantes que curan la caña.

Ahora que el frío me despierta,
extraño los plumones de pluma que hacía mi abuela.
la forma en que hacían que desaparecieras en la cama, me sentía tan protegida.

Hay momentos, en que me gustaría dejar libre a la niña del bikini morado cubierta sólo por la manta heredada de su abuela, esa que se comía el sol, que hacía tortas de barro, que jugaba al luche y brincaba el elástico.

Hay días como hoy en que esa niña me envuelve
y juega conmigo,
me recuerda mi raiz,
mi origen,
lo que me ha construido.

No me pierdo, no me rindo, me enfoco, disfruto y rio.

Qué desorden de ideas...
es lo que deja la nostalgia,
pensamientos, recuerdos, añoranzas, ausencias.