NUNCA ANTES

Nunca antes me había sentido así de sola. Tal vez ligeramente sola, pero nunca como hoy. Es cuando la noche se vuelve más oscura y cuando la lluvia azota mi techo, cuando todos callan y mis ojos permanecen abiertos que me doy cuenta que no cuento con nada más que conmigo.
Hay días en los que el optimismo me abraza por la espalda y pienso que no necesito a nadie más si me tengo a mí. Pero no siempre es así, hay momentos en los que caigo en cuenta que los necesito a ellos, incluso más que a mí.
No, no ha sido así todo el tiempo. Una vez tuve una madre que ahuyentaba cualquier pizca de soledad con sus abrazos; también tuve una abuela y un abuelo que al morir mi madre siguieron empeñándose en ponerle tranca a la puerta de mi vida para que ni siquiera se asomara esa misma soledad.
Hoy, se han ido, no por voluntad propia. La muerte no toma en cuenta si tienes voluntad para irte o quedarte, simplemente te lleva o te deja. Pues a ellos se los llevo. Y con ellos se fue gran parte de mi vida.
Ahora, cada vez que regreso a casa y nadie responde a mi saludo me doy cuenta que nunca antes me había sentido así de sola. Tal vez porque nunca antes había estado así de sola.