EN LA VEREDA DEL BIEN

Dormí y me vi desnudo
en un cuarto blanco.
Los ojos juzgadores
flagelaban mi cuerpo.
Eran latigazos las miradas,
era negra mi sangre.
La voz de un niño de fondo
preguntaba al son de una canción
-¿Sos el hombre que debes ser?
¿Qué significa el bien?-

Llore al no saber
y mi escudo se rompió
como se rompe siempre en los finales.
Aún más negra
mi sangre brotando
al sentirme un parasito
y dar por entendido
que ellos conocían.
Si miro a la derecha
miro al hijo de dios
unir sus manos
en gesto de victoria,
sus dientes blancos,
su cabello finamente cortado.
¡Soy el hijo de tu sangre también!
Acá desnudo e impuro
¡Acéptame!

El niño lloro,
meneo la cabeza
y flagelo en vertical
-¿Te encontras en la vereda del bien?-

Pausa,
un instante.
La luz ciega.
Las palabras brotan
torpes.
Solo… solo soy… un hombre buscando… la… la fe fe-licidad
Solo soy un hombre buscando… la felicidad.

El cuarto blanco
ahora es un páramo.
Estoy de rodillas,
solo,
aliviado.
El viento corre,
susurros en fuga
repitiendo incansables:
No hay progreso en compararse,
no hay luz en conformar,
no hay progreso en compararse
no hay luz en conformar
no hay progreso en compararse
no hay luz en…