Del hombre

Desde el ámbito del mercado se busque potenciar el débil reflejo del afecto o posicionar nuevamente la presencia del amor en la vida de aquellos de la experiencia fallida, desde el negocio que estimulan sentimientos y plasmar del celuloide, en versos y las novelas rosa, del final feliz deseado, el afirmar de los valores humanos, a potenciar el desborde de adrenalina en las personas a través de los deportes y desde la marquesina publicitaria posicionar el mandato de “vivir con las emociones” como sustancial categoría de la inventada estrategia mercantil.
Pero, lo señalado atente verdaderamente contra toda experiencia original y profunda del amor, porque las personas al quedar inmersas en la catarata de imágenes, mensajes subliminales y sonidos afines, con su exaltación de interioridades bajo la explosión de endorfinas, queden presas de la figura y el sentido del amor desde el afuera, por el cual el amor brotado será heterónomo y no expresión autónoma y por lo tanto, nada auténtico. Tal es lo que provoca la industria cultural de la afectividad impuesta y consume a diario al hombre de hoy.