Sangre de Hierro
poema de Juan Felipe
La arcilla nace del azar de sus palmas,
Mientras que el mar parece unirse con la luna,
Mientras que de lágrimas se alimenta el viento
Al ver a sus suspiros perderse
Entre grito y llanto de una débil muerte.
Las arenas que suavemente dibujan mi rostro;
En débiles estrellas, casi oscuras.
La voz del mortuorio silencio
Se desvanece en su propio ego.
Flores y un frío olor a incienso
Decoran el pasar del ciego tiempo.
La vida, orgullosa de su muerte
Juega con el féretro a su propia suerte.
Los ladridos de las campanas envejecen;
Muriendo por su propia ausencia.
Poca luz producen las tantas velas
De la desdicha de las almas postreras.