SEQUÍA EN LA SIERRA

Hoy me lloraba el campo de tristeza,
los secarrales de él se han adueñado,
un anciano cargado de enterza,
espera por los hombres ser salvado.

Ya no fluye el riacho jubiloso,
ni hay cantos de jilgueros en los cardos,
ni se oye flauta de pastor ocioso,
ni dulces trinos por los montes pardos.

Hay una carga de tristeza y amargura
en las gentes de los chozos habitados,
y un caminar lento, sin herradura,
en los caballos flacos y dejados.

¡Qué pereza siento de ir a verte!
¡Qué abandono de mi amor sucumbido,
que por más que quise y quiero quererte,
tu semblante me deja mal herido!