En una mañana obscura
dónde la voluntad del individuo
se desvanecía rápidamente
ante la dictatorial presencia;
que se regía en los barcos mercantiles antiguos;
en un naufragio elocuente
lleno de falacias utópicas
que inserta banda a la temible realidad
al funesto ignorante
que era el incierto pasado
en este inmundo planeta.

En una deforme roca
que tenía la inmensidad de la torre lunar
estaba cepillando su enredado cabello
con una dulce canción.

Nadé y Nadé
contra turbios vientos
en los que destrozaban
el alma y el corazón
del humilde hombre.

Y allí estaba la preciosa mujer;
que tenía color ébano obscuro
una melena espectacular
y unos ojos negros
que parecían tan preciosa
cómo el petróleo.

Me miró todo el cuerpo,
luego me analizó fijamente,
y luego fué un espléndido beso apasionado
que me enamoraba cada vez más.

Finalmente, un atardecer rojizo, y magnífico
cómo si fuese participe
de una ilustre pintura
selló una genial vida
llena de innata felicidad.