Hay caricias tan suaves... ¡ya ni sé!
Hay caricias tan suaves... ¡ya ni sé!
Caricias como el amor de Dios, como si detrás de ellas,
aquel semblante "jockeriano" de todo lo gozado
se escondiera en un río de lágrimas... ¡Ya ni sé!
No sólo de pan vive el hombre,
pero qué difícil es pensar sin el estómago.
He comido, es cierto,
pero tal vez pasé sólo saliva,
pues cual empanadas eclesiásticas
aún me suena la barriga.
A quién le echo la culpa?
A aquel barbudo venido de ultramar
o a mi hermano que tan Judas y Pilatos,
me roba, vende y se lava las manos...
A estos otros que interceptan mi camino
cual guerreros de la paz,
o a los heraldos blancos del evangelio
que nos manda la vida.
Hay caricias tan suaves... ¡ya ni sé!
Caricias como las de mi madre,
mi madre herida, Venezuela.
Y ahora a esta hora,
caricias mucho más maternales aún
como las de mi histórica tierra
Perú.
Hay caricias tan suaves... ¡ya ni sé!