Desde su mundo

Estaba ahí, en la tarde de un domingo, creo que la más larga en toda mi vida, en el que el estadio se apropio de mi nomadismo y me petrificó en el pavimento, donde me percaté que la concurrencia convergían para palabrear de lo que en ese trance no pude entender cuando noté que se entendían, sí, me asimilé a Bolívar, pero como espectador en mi sitio, y el Libertador en su lugar honorífico, pero no en las mentes y corazones de los que aun pasados por la escuela no entendieron su proyecto ¿fueron ellos maestros? ¡No lo sé! Y yo en la plaza de mi pueblo y miré desde mí a un ser en alpargata y una apariencia decrépita, con una nieve cenicienta y fosilizada, así como mis campos unos surcos prematuros en una piel llevada, maltratada por el sol, por el trato social, por la pobreza afectiva, por ser uno de los tantos desplazados, porque no es desplazado solo aquel que se destierra, sino también aquel que se toma como nada, y aunque por un momento me sentí incrédulo me vi ahí ¡no lo sé! Pero experimenté un choque futuro presencial, y me observé más solo que él, con las mismas alpargatas, esa camisa llevada por la transpiración, con una barba encrespada y un bastón de la madera más dura, como duro vi mi corazón, porque en el anciano calculé lo que el tiempo clausuraba mientras pasaba cuando moría, y más moría por dentro ¡ni una lágrima más! Y sí, un largo trecho por andar, porque extrañamente recorría cada brecha que me dejaron cuyos momentos fracturaron mi vida y el corazón