No me entiendes

No espero que lo entiendas,
pero por si acaso te lo cuento:
Cuando tu mano me rodea, contorneada sobre mi cuello,
las paredes del pasado se vuelcan a bocanadas sobre tu aliento.
Deshidratada mi lengua parece no entender el juego
que inventan tus labios, sin reglas, sin tiempo fuera.
Más tarde que pronto reconozco en tu saliva
un secreto que se propaga como virus por mi sangre.
Saberte mía, reclamarte mía… debe ser pecado.
Un pecado que Dios descubre y solapa,
porque te quiere, aunque a veces le duela que yo te quiera.
No tengo duda, tu corazón está empapándose de mí,
aunque no lo sepas, aunque no lo entiendas.
Todos los pasos que hasta hoy has caminado,
han sido para huir de mí.
En la escuela, en la iglesia, en la plaza.
por puentes, aceras, tranvías.
Cada sonido, cada estación, cada forma,
te separaba de mí.
Pero al final de una noche acuosa, tu pie tropezó con el mío,
y de imprevisto te viste caminando mis caminos,
desandando el destello de tus huellas.
No te es fácil, lo sé. Porque piensas que el amor es penitencia.
Y lo es…
Pero cuando tus besos gravitan en mi vientre, lo entiendo.
Te crees malquerida, sí, porque te malquiero.
Entera, absoluta, ubicuamente malquerida.
Con un amor confeso y flagrante.
Que no concibe primavera más que tus gemidos,
alborada más que tu mirar.
Y en esta contradicción de quererme y no,
me quieres sin mesura, con la razón envuelta en dudas
y promesas regodeándose en tu piel.
Sí, yo sé que no me entiendes.
Pero entiéndeme cuando te digo
que esto que nos pasa, aunque huela a pecado, sepa a pecado,
tenga forma de pecado,
inclusive, aunque sea pecado… también es amor.