Musa

poema de Beetlebum

¿Por qué carcomes la vida?
¿Por qué mutilas pupilas para pronto marchitarte?
¿Por qué irradias grandeza y perdición a cada paso que decides conferir?
¿Por qué... las noches sin ti son misantropía sin igual?
Eres como un eclipse lunar, magnificencia que perturba a los cuervos.

¿Por qué deleitas a la doble moral?
el augurio que deja los labios secos.
¿Por qué no te deshacen los recuerdos...
si solo quieres tocar los mantos del cielo?

Encuentras a los incautos destinados a ser miseros,
los envuelves sin mordacidad en tu pensar de hierro.
Los pones alerta de sí mismos,
de sus memorias frágiles.
Tus deseos son candentes,
sus actitudes desmemoran.

Así que arrástralos, libéralos de sus propios delirios.
Danza al compás de su perspicacia
¿O si no, para qué te precipitas, mi musa?
¿Por qué gozas del control de sus memorias?
¿Para qué especulas sobre su liberación si solo quieres cargar con el peso de un recuerdo?

Estás muerto en vida,
como una flor marchita.
Y que no eres narcisista,
ya que dudas de todas y cada una de tus virtudes.
Como que eres su perdición,
como que por ti los mares se vuelven pequeños y las nubes se convierten de algodón de azúcar.

▪ ▪ ▪

Musa del inframundo, musa de los mil demonios.
No sonrías que me ahogo;
en mi mar de amores y confusiones rotas.
No te agobies que el ego se daña,
que las mentiras sueltan suspiros en contra de los incautos,
dan brincos, se aceleran,
y caen por encima de ellas mismas sin poder revelarse.

▪ ▪ ▪

¿Cuánto dolor podrán soportar?
de esta desesperación hecha a base de cenizas.
¿Puedes oir a los cuervos mascullar en honor a ti, musa mía?
la envidia carcome sus entrañas como los suspiros del mediodía.
«¡Que desperdicio!» de fortunas, de amores incesantes.
¡Que desperdicio! De ellos mismos, de sus deseos más codiciosos.

Hecho en goce.
Fabricado con los mantos del cielo.
Nacido en manos de ángeles; bohemios y danzantes.
Muerto en pétalos de rosa y abismos melancólicos.
Posees la anatomía de mil cascadas
¿en contra a qué marea danzas?

Ahora estamos destinados a la miseria,
por el dolor de tus miradas y la fiereza de tus palabras.
Ahora no somos más que alquitrán,
numen, ángel que carcome mis entrañas.

Y los sientes como si acapararan la vida,
y los sientes tan profundo que lastima tu actitud prepotente,
te desgarra el pecho,
estás destinado al amor y a la melancolía que ello acarrea.
Vigoroso, sutil, bello;
casi como un destello en el cielo,
porque solo hablas y eso conlleva toda una vida de delirios y pasiones incesantes.

Oh así es, eres tú por quien yo he muerto,
musa de los tres mil amores.

-ÍNGRID.-