Luz de Luciérnaga

poema de Beetlebum

Seremos dos incendios fúnebres, las almas más calmadas del inframundo.
No corras al precipicio, no dudes de mis palabras de miel.
Nos hemos jurado, hemos terminado en el semblante de la muerte.
Y tu consciencia, tan expuesta a sus miradas cautivantes, se detuvo.
Porque una parte de ti siempre prevalecerá en mi interior.

¿Qué has estado haciendo?
Te columpias en el valle universal,
estás rompiendo corazones a aquellos que son crueles.
Tan forzados, tan crudos.
Mantienes el dolor, hablas pero no distingo nada dentro de ti.
¿Qué has estado haciendo?
Te escapas de sus habitaciones
y los haces llorar hasta que sus lágrimas se vuelven aves melancólicas.
¡Dios! ¿Qué has estado haciendo?
Tus dolores de fantasma han cesado y sus palabras ya no tienen significado.

Porque una vida no puede acabarse si sigue dando la luz de mil luciérnagas,
una zona de aridez no puede ser remojada en el llanto de un bebé.
Y tu consciencia no desaparecerá por no poder sentir lo que aquel consentido siente.
Su alma es descolorida,
y sus pensamientos fueron hechos con plástico.

Yo lo vi, no hay nada.
Es sólo el sol y sus rayos de esperanza.
No, no hay nada.
¿Por qué querrías desenvolverte en la vida del caos, del aburrimiento, de alguien que no ha desarrollado fidelidad a sus propias ideologías?

Por sus días hábiles, que se cuentan en la balanza del desespero.
Días muertos, días que se han ido sin siquiera despedirse.
Días de amoríos imprescindibles para vuestra salud mental.
Bueno, ¿Qué más se podría arruinar de todos modos?