Acto triste

poema de El Derrotado

Tú eras suave y triste y sonriente.
Y en el otoño que guardo bajo mi piel
empezaste a sembrar cerezos.

Ahora eres fruta marchita,
sangre gris y lágrima de hierro.

Te rozo los labios con la punta de mis dedos,
como buscando los besos que perdí,
ungiendo mis yemas en tu dulce saliva,
sanadora de cicatrices pasadas.

Como rezando al infortunio
de que tu corazón huyera,
de que ya no tengo salida,
de que estoy encerrado entre tus labios.

Después de pensar esto,
con tu licor sobre mis yemas,
me palpo la boca con los dedos
y rocío mis labios con tu saliva.

Y después de esto,
de este inútil consuelo por no poder besarte,
nuestras salivas se besan
y se desvanecen.
Como mis ruinosas esperanzas.