Lágrimas

No llores, esposa.

Tus lágrimas
ácidas
resuman entre el amasijo
y a través de la diaclasa
se filtran con insistencia
en el horrendo viejo crisol
que es mi corazón
de piedra.

Yo que las he bebido sé
así con la certeza que tienes
tú
de ese dios a quien le oras
cada noche,
que ellas son por causa mía
¡ajenjo!
y en mis pesadillas
yo
en verdugo me he erigido
y ato al marfil de tu cuello
la cuerda del sufrimiento.

Mi condena será infinita,
de andar por esos desiertos
urbe et orbe,
en soledad,
desgranando como en rosarios
tus lágrimas,
una a una,
con un dolor eterno.

No llores, esposa

La vida ya se está tomando
entre el amasijo y los huesos
la necesaria reposición,
en los desvelos
y las ansias de tornarlo diferente,
la vida ya está cobrando
un alto precio
en cada gota de sangre
que arde en el fondo
de mi corazón de piedra.