Presencia

Ella, sorprendida,
pudo ver los bordes alados y luminosos
sacudiendo el verde malaquita de su jardín.

En medio de los pequeños bosques
pudo ver la figura de doncella
y sus perfectas formas.

Pudo ver con lastimada debilidad
cómo sus mohínos ojos
se disolvían en los suyos, en una sola mirada.

Era como un leve haz de luz asido al punzante vacío que al mismo tiempo la llenaba.

Logró oír sus susurros angélicos, celestes, espejeantes...
que parecían exhalar el silabeo inacabado de su nombre.

Al sentirla cercana
nada pudo hacer
sólo contemplar un inexplicable esplendor a través del silencio helado.

Nunca lo supo
pero cerró los ojos
y vio fragmentos de una luz imposible
colgando del vacío,
mientras ella misma escapaba bajo la luz
de una noche que nunca existió.