De viejos gatos.

Viajo
como un gato viejo de blanca mirada,
huyendo del pasado-sombra,
escalando por los vértices de la amargura;
para poder soñar,
encontrarme con el cielo opaco,
con sus lunares de cera,
su ombligo azogue.

Nunca llegué a casa,
caminando una me alcé.
Escanciando el yo en otras pupilas,
desconocidos que fueron siendo amigos,
íntimos labios,
y al final desconocidos.

He decidido plantearme en la duda,
echar raíces al viento,
descansar sin miedo ante el ruido de la soledad,
que es mi eco a la inversa.

Claro,
a veces llega el fango hasta mis redes,
dentro de aguas en quietud,
de reflejos inmensos,
de encarar viejos cantos,
de pensar nuevas notas.

No retrosedo al acercásreme la Hidra,
voy directo a la garganta,
cada mañana decapito,
nuevas formas de hacerlo.

Mentirme no es posible,
es muy grande la sombra y circular el dolor,
el camino de lombrices por debajo de mi tierra,
que buscando el nombre ya eluido entre las horas,
no supieron más que girar.

Y esas vueltas son mi viaje,
mi primordial alimento,
mi alarma de pajaros sin alas que caen del sueño a la vigilia.

(Voy,
como un gato viejo de heridas abiertas.
No me matan,
aún no sé lo que me mata
y si hay lluvia me refugio
y si hay perros salto al árbol.)

Mis 7 vidas echas una,
Mis 7 oportunidades de perder la cuerda.

Aunque aquí no hay red,
ni cuerda,
caída única al vacío,
náusea,
el viento afilado cantando hacia mi asfixia.

Pero el viento no me rompe,
me acostumbro a caer
y le pongo nombre a las formas, que bajan,
que suben,
se diluyen:
Red, gato, viento.

"Viaje"
tal vez sea "viaje" ,
o es solo otro contorno,
otro invento para darle nombre al ascenso en la bajada,
para acercarme con la lengua hacia aquel tunel de niebla,
para contarte que estoy vivo,
con un tornado entre mis manos.