Girando por la pista

Sueño con vivir en una fiesta eterna, con luces por montones, con alegría en pequeñas dosis con hielo resonante.

Ahí, entre los brazos de la mentira más sonriente y a segundos de correr de la mano de aquel monstruo que se escondía bajo mi cama cuando era niña.

Qué paz más grande se siente cuando sabes que todo es efímero, sin la angustia del mañana, sin el temor del presente, pues al día siguiente ya no será nada.

Un giro y lloro por lo bajo.

Una vuelta, y te sonrío con osadía.

Parece que me tienes, pero ayer también fingía.

Entonces, en un impulso de intensidad, la música arrolladora me recuerda la verdad. Aquel vaso se hace más liviano y sus labios hacen un camino lento hacia mi cuello mientras río exhalando el pánico. Respirando la noche que se escabulle entre los recovecos de mi angustia, llenándola de recuerdos chispeantes que llegado el día recuerdo con añoranza, pues la fiesta no es eterna.

La fiesta se termina y de nuevo estoy sin ti, pidiéndole al sol que traiga de nuevo a la luna, para que la noche me cobije con sus luces centelleantes, con su promesa de que llegará el día en que me duerma sin soñar contigo. O en su defecto, que te traiga de vuelta a la pista para que toques mi hombro, y en un giro de locura me devuelvas a la vida.