Jardines de tonos opacos

Los Cantos del Ayer

Cuando la lámpara se enciende al apagarse la tarde,
ilumina de nuevo al espanto cotidiano.
Es inútil manotear nuestro reflejo
en las aguas del cristalino espejo
ya que siempre regresa como
una imagen irónica del ayer,
recuerdo abrupto de una existencia incierta.
A menudo los recuerdos merodean por el alma
con su huella de dolor impresa,
las lágrimas se detienen en la mitad de las mejillas
como duro reproche ante el recuerdo que atraviesa
como saeta el corazón del pasado.
No abras más camino entre los árboles,
ni enciendas de nuevo la lámpara mojada,
cierra los oídos a los cantos del ayer y
al golpeteo del trotar de los caballos
sobre el sendero de piedras y de espinas.
Me miro en el espejo y no reflejo,
soy sonidos huecos para el que pretenda
beber mis palabras... solo logrará herirse.
Mi terca humanidad duplica una extraña imagen
donde ha triunfado el silencio,
allí se ama a cuentagotas,
es un jardín marchito que se ha dejado de lado.
Soy objeto inanimado que concentra
el resumen de todo lo irreal,
rugido embravecido en un mar impaciente.
Soy sal que abona la indiferencia en la tierra de nadie,
me veo a mi mismo habitando en el espejo.
Me erguí un día y lancé un clamor que se desplazó
hacia el alba, he de regresar a la memoria perdida
para comprobar si se necesitan
espejos para seguir existiendo.
Una nueva conciencia
En mi despertó exigiendo a los tiempos,
con fugacidad y encanto sigiloso
una nueva conciencia.
En competencia con lo huero el cuerpo se defiende,
superando los retos, danzando armonioso,
creando imágenes nuevas.
Mi alma se empeña en distraer al mundo
mientras lo transforma en un espacio para confiar,
hogar adecuado para mí mismo.
Hoy mi vida es un viento fuerte,
más que un viento… un tornado,
no hay más dudas en mi existencia.
Vuelvo a sentir el embate juvenil
que agitaba mi cuerpo,
¿Batalla imaginaria?
Cierro los ojos a lo umbrío de la vida y
por primera vez en mucho tiempo
encontré la disculpa para perseverar.
Empleo el tiempo en repasar
en mi memoria el momento cuando
mis manos obstinadas deshojaron
pétalo a pétalo la flor de los recuerdos.
Después de ello, los átomos dispersos,
que se adaptan a los pisos y paredes,
que se dilatan en el jardín de la existencia,
resucitando día a día,
encendiendo sus colores,
solazándose en la frescura que
triunfa más allá de la vida.
Penetré dentro de mí en búsqueda
de la cosa soñada,
sujetando al futuro pero sin
dejar la experiencia del pasado.
En el jardín cercan un fino
perfume rompió el empaque,
el aire se transformó en aroma puro,
hubo luminosidad y encanto.

Comentarios & Opiniones

Vanessa Tawer

poeta pandafilantro: es un agrado visitar su espacio. Cordial saludo. Buena tarde.

Critica: