Te miro.

Estoy sentado en el lugar favorito de mi cama, recargado a media espalda pensando en cosas que no significan nada, mirando al mueble que acumula años de olvido, solo para entretenerme me he propuesto contar los agujeros que las polillas le causan, caigo en cuenta que son exactamente la misma cantidad que las arrugas, que surcan mi cara y recuerdo que somos igual de viejos, le he tenido que cambiar dos veces el espejo, igual que yo me he visto en la necesidad de usar anteojos, que contemporáneos somos, en él se hallan todos los recuerdos, me los guarda en esa caja que celosamente guarda en el rincón del último cajón. Hablamos un momento sobre, si es necesario desenterrarlos, mientras con disimulo me desliza entre sus grietas; tu foto.
No cabe duda que de sobra me conoce, sabe que me encantas y, es entonces cuando TE MIRO, pero ya no es igual, el pecho y el sonrojo ya no me delatan, puedo vivir con el recuerdo de los días que se fueron, ya no me hacen falta: tus besos, tus caricias, tu sonrisa. Aunque si echo de menos, mucho de menos, tu deliciosa espalda baja y las veces que me hallaba el día, contándole en secreto, todo lo que se ocurría.
Te miro y ya nada es igual aunque te quiero un poco, aunque estés lejos, aunque solo te pueda contemplar tras mis anteojos. Le estiro la mano al mueble viejo, pero no le entrego tu foto, se la tiro al suelo, que se agache y resquebraje esa sonrisa de satisfacción por mandarme tu recuerdo, después de todo él que sabe del amor, si solo sirvió para madero.
Extracto de "Amor de un viejo"
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Ciudad de México a 22/08/2022
Falstaff.