SONETO A MIGUEL HERNANDEZ

Aquel que, con los ojos bien abiertos,
enfermo en una celda se muriera,
No fue español y acaso ni siquiera,
Nos mira desde el mundo de los muertos.

Esta blasfemia tiene algo de cierto.
Ya tú lo has dicho: Un alma sin fronteras.
Ni tu esqueleto, ni tu calavera,
ni el rayo que no cesa, ni tu huerto,

Te pertenecen ya Miguel Hernández.
Mi humilde pluma ríe y se consuela
con este pobre verso que imagina

Tu cuerpo ya fundido a Josefina,
Tus dos pequeños hijos, tu Orihuela,
En una extraña patria, eterna y grande.