Otoño/invierno en Buenos Aires

poema de Mistered

Llegaron los primeros frios propiamente dichos a Buenos Aires, el otoño va dejando paso al invierno. Amo esta epoca del año en que el aire pareciera volverse mas puro al influjo de los vientos del sur. El sol amengua su fuerza y cuando amanece nos permite el privilegio de verlo directamente sin que se lastime nuestra vista. Tardes invernales de corto vuelo y luz intimidada por el frio, que hermosas que son, paradojicamente nos insuflan sensaciones calidas. El verano es como una quimera, duerme en el seno de los arboles despojados de sus hojas para dejar pasar la tan anhelada luz del sol. La madre naturaleza no se cansa de hacer rodar la rueda de las estaciones. Otoño, invierno, primavera, verano, otoño, invierno, primavera, verano y asi por toda la eternidad. Pueda yo no anhelar otro paraiso que el de la naturaleza que se me brinda por entero, sin retacear nada. La ciudad amada me lleva de la mano por sus barrios alejados del centro, tapizados por las ultimas hojas doradas de un otoño melancolico. Que hermoso que es el contraste entre el cielo azul purisimo con el ocre de las hojas que aun no han caido de los arboles. La omnipresente belleza nos busca a cada paso, pero ¿a cuantos de nosotros nos encuentra? Solo alborea el dia para el que estamos despiertos, lei por ahi, si esto es asi, cuantas personas transitan sus vidas dormidas, refractarias a la belleza que aquí y alla aflora. ¿En cuantos universos estan colapsando primaveras para convertirse en otoños como este que navego silencioso, agradecido por verme tan agraciado? Si el universo es infinito, infinitos tambien seran las primaveras encarnadas en millones de flores y los otoños cifrados en millones de hojas que mueren bellisimamente. Nadie ha descifrado al presente los profundos pensamientos de la Deidad, pero si podemos inferir que la poesia es la forma de ser de Dios, Quien ama la belleza por sobre todas las cosas. De lo contrario no hubiese hecho un universo tan hermoso. Si Dios ama la belleza, dejemonos impregnar de la belleza que nos rodea, para que Dios nos ame mas y para amar mas la belleza de Dios.