Vestigios.

poema de Edwin Paul

Cuando llegó tu música
yo era del viento.
Y tú, eras ocaso de invierno,
lo que quedó era envolverte en mí…
Versos alocados, estrellados
y apretando lo clandestino,
tiempos de brisas de mar
y tu estructura desnuda
que danzó con mi piel.
Movimientos de tus caricias
liberaron el dulce líbido
por tus piernas blancas,
los mares brillantes nos invaden,
el cielo, dibuja buques de luces
debajo de nuestro deseo absoluto.
Ni tú ni yo sobrevivimos a la locura
que nos recorre el alma,
que va pintando de purpurina
los sueños donde nunca despertamos…
Déjame tenerte, sin tristezas,
déjame conquistarte en alegría,
tan mudo, y sin lluvias en tus ojos…
Antes que el final de las horas lleguen,
tendré los bucles de tus cabellos
tan húmedos de noche en playa solitaria,
y los astros llegarán de madrugada
a los vestigios de los navegantes perdidos.