Ella.

Como un astro, rayo de luz,
ella, un día volvió a llegar
con un dulce y profundo sentimiento,
sembrando, definitivamente en mí,
sus cálidas raíces de ensueño…
Y fue tanto así, que,
arraigó mi corazón hasta su pecho,
sintió mi latido y lo abrazó,
yo, hice un nido en la caldera de su cuerpo…
¡Cuánta lúcida locura desenfrenada!
¡Cuánto convivir con su sabor salado!
¡ Cuánto temblé sobre su piel!
Y así, nuevamente me llené de ella…
Un día, llegó su recuerdo en forma de árboles
de tantos racimos, que en todos le había tenido,
en cada rama un clima y una historia de amor,
le amé en cada tiempo antigüo
y su alma trasciende con mis versos…
Ya no puedo apartarme de sus piernas dulces,
este espacio es nuestro tiempo eterno,
más colorido, duradero y delicioso,
más nunca volveré a dormir fuera de ella.
©




