Salutación

poema de Samuel Dixon

—«¡Miserables!» —dijo Hugo, tormentos de sus dueños
que hacéis del pobre la gloria truncándole los sueños,
tened piedad un día que Dios bendecirá.
Al réprobo cambista (patrón de los patrones)
el que en sus faltriqueras conserva a borbotones
billetes extranjeros. Dejad que caerá.

¿Creéis con tonta argucia que todo da el dinero?
Pues no, estáis engañado. Sé humilde y muy sincero,
la vida es un precepto de lógica y razón.
Al pobre acongojado, cansado, peregrino
dad muestra de respeto por ser un campesino,
que lucha por su vida con fe en el corazón.

¡Oh, zafio acaudalado! —Te grita el menegilda
palabra que da vida, palabra que se tilda,
el tiempo y sus sorpresas te hará un día llorar.
Si piensas que el dinero consigue vida eterna
y encierras con orgullo la falla en la taberna,
la gloria que tenías, tendrás que ir a buscar.

El llanto es un castigo que no lo cura nada,
en cambio, si sois buenos, la gloria está ganada
lo dice el refranero seguro de su acción.
—«¡Miserables!» —grita Hugo de nuevo con certeza,
la paz que Dios sugiere llevadla en la cabeza,
también con los amigos y hasta en el corazón.
Samuel Dixon

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Samuel Dixon

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