Viajes en el tiempo.

poema de Atlayxes

Y click, clock. Las manecillas del reloj indican una hora más.
¿Media noche quizá? ya no lo sé.
Y a decir verdad, no me importa.
Caigo en cuenta de lo efímera de mi vida y el desperdicio suscitado en acciones pasadas;
no es que me arrepienta o deseé un final más, simplemente recapacito y recuerdo con añoranza.
El último adiós que le di a mi padre, o sus incontables llamadas que jamás quise responder; "hay cosas más importantes que hacer" me repetí. Quizá estaba en lo correcto pero era más apropiado tenderle la mano al que había sido mi guía.
Lección aprendida; amar más a los padres. Prometo trepar más cada día, aunque me caiga más de lo que escalo.
De las lágrimas derramadas, desperdiciadas, tontamente utilizadas.
De la falta de malicia en algunas ocasiones, y la escasez de humildad en muchas más otras.
Vestigios de mi abuela, y sus sabios consejos y besos salados. De su olor a anciana guardada, mezclada con anís y recuerdos borrados. Ya no hay más; se le fueron arretabados pacifícamente en las manos de una camilla de hospital.
Es el ciclo de la vida, le repetí mil veces a mamá, que jamás lloró en mi presencia porque eso le mostraría débil, y mi madre siempre querrá ser la valiente aunque a veces se encierre en el cuarto a llorar.
El tintineo del reloj menciona a mi tía y su moméntanea locura desarrollada a partir del fallecimiento de mi abuela. Las puertas de la recepción se abrian y cerraban sin control. El personal me miraba distante, acostumbrado quizá.
Me quitaban mi celular. Mis agujetas, mis libros, mis chocolates. Todo para tener una hora a solas con mi delirante tía, que no podía hilar una frase continua. Creía que su madre seguía con vida, y en caso de que no fuese así, ella prefería morirse también. Decía que era su culpa, ¿culpa de qué? no me entraba en la cabeza como una hija podría querer tanto a la persona que le concibió. Tal vez la loca era yo por no amar a mamá con el mismo fervor y no mi pobre titi, que lloraba y lloraba desconsolada laméntandose la partida de un ser querido.
¿Realmente ella estaba ahí y no yo?
¿cómo podría decirle yo a un par de ojos vacíos sin transfondo que la muerte no es una ilusión, y que realmente su madre partió?
Chabela nunca fue una buena madre, casada con un hombre que no amaba, obligada a vivir presa más de cincuenta años en su cárcel privada. Grilletes invisibles le unían a sus hijos, tacos con frijoles y un par de nopales llenaban los estómagos, pero no llenaban las cabezas, así que fueron a la mencionada ciudad para poder estudiar, y así progresar.
Mirá, que sin miedo de morir atrincherada en el infierno con diablillos danzantes picándome con tridentes, ¡te digo que Isabel fue una verdadera mala madre con mucha pinche suerte!
seis niños hambrientos de poder que le mantuvieron con vida hasta su último respiro.
¡qué cosas de la vida! Benigna tan buena madre y yo, tan mala hija.
Me levanto de mi silla con las nalgas entumidas y engarrotadas cansadas de la misma posición, cojo un vaso de agua y me acuesto en la cama; el reloj parece nunca parar por más que le pida que se detenga.
Y por un fugaz momento recuerdo aquellas agresiones sexuales y mi comportamiento derivado de éstas. Con dos primas y dos primos toquetéando mi vagina y mis senos de harán apenas unos diez años. Deleitándose de mi ingenuidad y mi inocencia; excitando su placebo con un par de senos sin desarrollar y un órgano sexual sin vellos. Unos adolescentes que quizá y solo quizá motivados por la curiosidad y el morbo me retiraron un poco de la pureza que yo tenía. Mostrandome la masturbación como recurso sexual. Normalizando mi sexualidad, permitiendo que yo aceptara un poco menos mi cuerpo.
Y después, recuerdo a aquel técnico que aprovechando que yo estaba sola, toqueteo mis senos de trece años intentando después besar mi cuello. "Se parecen a las de mi hija" puntualizó. Al cerrar la puerta tras de él rompí en llanto y le marqué a mi madre. El cínico todavía volvió por su extensión.
Solo un año y medio de carcel.

La ausencia latente de mi padre desde el día de mi nacimiento, recordándome así a diario que fue más importante un partido de fútbol que el nacimiento de su hija. ¿pero qué podía esperar yo? si ya era yo su quinto brote. Nada nuevo que observar.
Ni padre para jugar con la pelota, ni padre para dedicarle un baile en el "día de los padres" de mi escuela primaria. Ni padre para dinero, ni mucho menos para hablar sobre los chicos. Un padre que me excluía de su entorno porque no "era lo mío" y mi lugar era en la oficina. Un padre que me alimentaba con grasas y comidas chatarras todos los días para después quejarse y gritarme lo gorda que estaba, que dejara las galletas y los panes, que ironicámente él mismo me compraba.
Un padre que se empezó a sentir orgulloso el día que su hija salió por primera vez en un periódico. El día de mi nacimiento para mi padre no fue el veintisiete de septiembre, fue el día que gané un bronce en la olimpiada nacional.
Y tristemente, hasta la fecha, con todo su récord acumulado, cuando gano una batalla se la sigo dedicando al cielo, mientras mi madre observa callada desde debajo de los tableros.

Me he cansado de estar acostada y me he venido a la sala, a ver si así para por fin el irritante sonido ya de las campanas. Se mueven de un lado a otro y me marean, me llenan la cabeza de neblina que no es neblina sino vagos recuerdos y tristes memorias.
Una madre trabajadora, soltera y responsable. Una madre que sola se aventó el trabajo y buscó azacanarse en un empleo formal para poder llenar mi plato de legumbres y carnes. Una madre que me encerró en escuelas de tiempo completo porque no tenía tiempo para cuidarme. Una madre que me dio incontables viajes y regalos. Que me vistió y me alimentó por quince años.
Una madre tan preocupada por el futuro monetario de su hija que se olvidó de preguntarle a diario cómo estaba.
Una madre tan ocupada y concentrada en su trabajo que compraba comida prepara, llenaba el plato de su hija y ni siquiera paraba un segundo para ver si se lo terminaba.
Un constante desarrollo de transtornos psicológicos.
Una dependencia emocional y una baja autoestima que me orillaron a perder mi virginidad con un chico precoz de Tinder. Demián, un chico alto y fornido que me obligó a hacerle sexo oral por media hora para después ponerme de misionero y penetrarme diez veces, continuado de un cambio a la posición en cuatro con cinco penetraciones lentas, y un final trágico representado a forma de semen en mi boca.
Una cobija manchada y una cara insatisfecha, rezagadas por la detonante pregunta semi-obligatoria.
"¿Te gustó?"

Un abuso constante de drogas duras. Un insomnio seguido por semanas, sin pisar casa, o bueno esto que me da un techo, y sin preocupación alguna. No sé si mamá piensa que soy muy fuerte o simplemente se rindió conmigo.
No sé si no nota que me encuentro distante y triste la mayoría de mis días y que solo quiero dormir. El judo no me llena, ni el alcohol, ni menos mi familia. Mi única vía de escape tiene cuatro años y solo me quiere cuando le compro dulces; les presento. Se llama Mario, y es mi medio hermano.
Un caos a dos pies andantes que heredó el carácter de su madre; aguerrido, fuerte y rudo. Mamá es tan poderosa y no se da cuenta. Me dio un pedazo de cielo que aunque algo tardío por dieciocho años, llegó en el mejor momento; cuando más me estaba derrumbando.

creo que soy la única falta de cordura que ama más a su amiga que a su familia. Con unas piernas gueras pálidas y un cabello largo y teñido. Unas pestañas que rozan el cielo y unas cejas de envidia. No lo digo muy a menudo, pero es el segundo amor de mi vida. Mi razón de pararme y no tragarme hace unos días toda esa pila de pastillas.
Cuando estaba nublado y el cielo pintaba para gris por tiempo indefinido, un pequeño rayo de luz se asomó timídamente y me abrió el horizonte para voltear a mi oeste y ver que algunas zonas seguían soleadas y calmadas. El antidepresivo en mis fátigas.
Y un hombre, todo fuerza y confianza en él, que me tendió sus brazos y su regazo cuando no podía más, aunque todo esto no lo sepa él. Un hombre que con sus consejos y amor me sacaron del hoyo donde estaba de nuevo y me dieron fé para volver, e intentar. Que con sus palabras y cariños me hizo recuperar mi cariño propio que ya parecía perdido.

Volteo al reloj y ha parado. Se detuvo en seco y no parece que vaya a continuar. Ya no hay ruido, ni viento que mueva mi cabello. Ni siquiera se oye la risa de mi hermano en la sala como de costumbre.

Y si yo algún día muero, que todo esto se le muestre a las personas escritas aquí.
Ruego me perdonen si he olvidado algo o a alguien he ofendido; traté de ser lo más neutral posible, sin salirme del plan cometido.
Y sí no les queda claro a algunos; aquí anexo una especificación.
Benigna, siempre fuiste una buena madre, yo fui la que nunca supo ser una buena hija. Mi orgullo puede más, y mi orgullo a la tumba me voy a llevar.

Comentarios & Opiniones

Silvia

A mí me da orgullo de leer algo asì,demuestra autenticidad y la realidad pura sin filtros,con todo respeto aplausos! De cariño sincero y beso grande poetisa,por más duro que sea escribes poesía !.

Critica: 
M.A.

Las remembranzas familiares siempre serán testimonio de presencia.

Un abrazacito

Critica: