Oda a Anquises y Afrodita

poema de Daybella

Anquises, tímido pastor, te refugias en el anochecer.
Tus atributos eran opacados por los engreídos hijos del poder,
tu oscura cabellera no se llevaba bien con el atardecer.
¡Dichoso es el hombre que sea seducido por Afrodita!,
decían todos los varones griegos.
Tú, Anquises, eras considerado casto entre los varones;
el único que no se cegaba por el placer.
Ingenuo eras en el amor,
Afrodita, quién buscaba un amante terrenal,
divisó a Anquises, y a su aspecto jovial;
estaba segura, que bajo sus encantos él iba a postrarse;
En el Monte Ida, el pastor vió a una silueta;
de cabellos dorados y sonrisa traviesa.
Sorprendido te mostraste, ante la vista de la diosa;
En el instante en que te sedució, cubierta de rosas.
Afrodita, apasionada, jugando con tus cabellos sueltos;
lo hipnotiza con sus perlados ojos y lo envuelve con su velo.
le susurra: "Oh, Anquises, me enamoraste, pequeño locuelo.
no eres como aquellos varones, engreídos y fríos como un hielo.
Me premiaste con probar la calidez que emana tu deseo.
Solía subestimar a los mortales y sus defectos,
pero tú me cautivaste al primer avistamiento"