Entre estereotipos y penas nace la inspiración

La vitrina de esta tienda, refleja con exactitud al individuo que reposa momentáneamente sobre una banca enfrente, se observa, el sudadero y gorra gris que cubre su cabeza, la pantaloneta larga casi llegando a los tobillos, esa cara sin rasurar y unas ojeras permanentes dignas de penas y desvelos, con desdén es quizá la forma en la que lo observan cuando a su lado pasan, el guardia del negocio habla por el radio y lo discrimina con la mirada. Su arte está en disimular que no se ha percatado que los estereotipos le están poniendo la soga en el cuello, observa las actitudes de quienes salen y entran a la panadería, no le preocupa el pensar de los adultos mientras que los niños que se crucen en su camino le sonrían pues ellos son los seres más puros que habitan en este plagado mundo. Viendo fijamente su reflejo en la vitrina de aquel negocio encuentra, defectos, sonrisas que nunca fueron, lágrimas que se secaron adentro, pasos que jamás se caminaron, lunas que no se aprovecharon, ojeras del alma que no se ven pero se siente, se perciben.

Complejos palabra que invadía su pensamiento mientras se observaba a sí mismo en aquel lugar público, miedos ese sentir que invadía su piel achinada mientras en su reflejo encontraba que la juventud estaba empacando para largarse y la niñez solo existía en su mente, soledad la única que no le daba pena sentarse a su lado en aquella banca café, antes de pararse encontró una respuesta más en su propio retratado, por qué no le molestaba las miradas asquerosas de quienes lo rodeaban, simple el sabía que no necesitaba inspiración tampoco musas, requería finos y delicados problemas que le picaran tan al fondo del corazón que no quedara más remedio que rascarse con su propio arte