Última flama

¿Y si la libertad mece el abanico que alivia el calor?
Merecemos tal brisa,
merecemos el idilio fresco,
merecemos esa simple certeza,
esa pequeña y bella verdad;
O, tal vez,
tengamos que esperar,
esperar un viento errático,
tormentoso,
violento,
iracundo,
que elimine la cobardía,
la falta de decisión,
la manía por la pereza,
la antipatía,
la negación y la permisión.

Cansancio en medio de los pensamientos,
cansancio, glotonería,
pasiones vacías,
prisión ciega,
golpes secos, palos,
todo un imperio en disolución;
créanme, repetía un pobre niño con ojos de anciano,
créanme, ¡por favor!,

"las voces están hechas de viento"
pero callados permanecemos,
callados recibimos la miseria,
las migajas,
las limosnas,
callados miramos
que el viento no es más que un señor que pasa sin vernos,
y tal vez, solo tal vez,
tan solo por eso,
por esa gran culpa,
los abanicos no existan más...

Y... La enterrada esperanza de que la ira monstruosa del vendaval,
vuelva la mirada,
nos abrace,
nos haga volar.

Esa esperanza, tal vez...
No sea más.