BITACORA DEL NAUFRAGO

El roce del viento no lograba estremecerlo, era de emociones fuertes y varias veces al día entraba en conflicto consigo mismo. Vertiginoso corazón que se apodera del tránsito entre tiempo y espacio.
A paso lento, pero iba seguro. Manejaba sus emociones, razonaba con calma y en la soledad que ya le había otorgado la vida. Era musa y también fuego que amenazaba con incendiar con todo un pueblo. Cabizbajo y ocultando esa sonrisa que insinuaba algo más.
Frente a él, la figura de lujuria que camina con sus miedos suplicando liberación. Sangre brotando lento y respiración entre cortada. Su mirada revelaba más que humanidad, en sus ojos reposaba el blanco algodón, su cuerpo ocultaba toda la ansiedad de muchos años, y le rogaba a la luna que la trajera por fin a sus cálidos y afectuosos brazos.
La rudeza de su linaje lo estaba poniendo en tensión debajo de las gafas de sol, exponía toda su crueldad en arcoíris. Brillaban sus ojos en esa última respiración entrecortada antes de entrar a su cuarto y hurgar con precaución el sobre de su pareja cósmica.
Era la mañana del 2 de abril, se preparaba para continuar con su tediosa rutina, apacible día que tornaba nubes. El sol oculto entre las nubes me permitía el paso por la ciudad con una facilidad que no se hubiese descubierto en hora pico.
Sus ojos no esperaban contemplarla tan pronto pero el afanado corazón los encontró en un mismo escenario y sus miradas se encontraron en una sola. Hubo pocas risas en la casa a eso de las 2, y los números comienzan a recordarme la historia que surgió de la habitación 20. Se asomaba la mirada más vertiginosa, recorrió toda la sala encontrando a quien de sorpresa había tropezado a su puerta y de náufrago, fue salvado por la presencia de su voz.
Me again.
El naufrago destiló su último suspiro antes de abordar el salvavidas, fueron tantas preguntas que parecía que se iban a condensar en el tiempo y se dejaron caer en el futuro, abrazando el recuerdo de lo construido.