Perdiéndote a ti...

Perdiéndote a ti...
No perdí la guerra, solo una batalla.
Mi único gran error fue usar la estrategia equivocada;
pues los celos son pésimos consejeros para un alma enamorada.
Y por adorarte tanto hoy vivo una verdadera película de terror.

Aprendí con tu partida a callar y a pensar antes de hablar.
Tú no eres un caballero, no tienes armadura ni espada diamantada,
sólo eres un niño inmaduro que siempre se esconde.

Supe que tus palabras no están marcadas a fuego,
solo están escritas superfluamente con una tinta invisible;
pueden fácilmente cambiar el valor que antes tuvieron;
pues ahora se han convertido en un arma filosa
que me causa dolor, tristeza, angustia, algo de ira y desilusión.

Perdiéndote a ti...
Entendí que una despedida no es la muerte; a veces la lejanía
te ayuda a resurgir y a luchar, obligándote a ser fuerte.
Del pago de tus culpas luego me cobraré estas lagrimas,
porque se que me extrañaras tarde o temprano.

Mi ausencia no borrara mis caricias de tu piel,
ni mi silencio podrá hacer desaparecer mis susurros en tu oído.
Ahora sé cuales fueron mis errores, pero la enseñanza fue tan dura
que creí que moriría por tu adiós, pero hoy sé que no es así.

Sin embargo, aunque luche en mil guerras y a todas ellas las gane;
jamas podré escapar de ti, pues te amo con el cuerpo y con el alma,
pero eso no quiere decir, que me condene a seguir sufriendo;
por alguien que solo me lastima, debo aprender a convivir con esto.

Perdiéndote a ti...
Adquirí experiencia de lo que no se debe hacer
cuando amas a alguien que no demuestra corresponderte.
El sol siempre vuelve a salir, así como mis poesías y versos
de lo que nunca me separaré mientras haya inspiración.

Reconozco que estos días no me he sentido nada bien,
pero mi consuelo es que (me ames o no) yo no fui una más;
pues mi recuerdo quedará dentro de ti por la eternidad.