Sobre la soledad y lo diferente

Ciertamente la soledad ha de ser mi compañía habitual. Es difícil estar completamente solo en este enorme lugar. Pero he sentido el peso de ser diferente, en un mundo que castiga de distintas formas a aquellos que no logran formar parte de aquella gran cadena de hombros y brazos entrelazados y que son destinados a la obviedad del acto repetitivo y rutinario, que aunque satisface lo inmediato, perece y perecerá sin haber llenado el tiempo con permanentes sentimientos y aquel acto heroico de amar siendo odiado.

Entonces camino largos senderos diariamente y me esfuerzo por sentir alivio en mis pasos. Puedo ver la cuantificable creación de las especies, florales y animales, y mi asombro es grande. El sentimiento de soledad vive dentro de una parte de mi cuerpo, que aunque está allí, jamás la veré, jamás la tocaré. La soledad entonces es interna, no hay persona que pueda darme algo de soledad para mí viaje, o alguien desiandome el mal, tampoco con eso logrará que la soledad venga y me arrope.

Por lo tanto, es preciso decir que en realidad, la soledad constituye un estado personal de cada hombre y mujer y que jamás será dada de lo exógeno, porque en el mundo palpable, hasta un grano de tierra tiene otros miles granos de tierra a su alrededor. Entonces, si por ser diferente me siento solo, es porque en realidad me siento tan desigual a la forma de vida que no hay hombre o mujer que sea una buena compañía para esa parte de mi que me hace ser yo.