Antes y después

Antes de la pandemia, la vida era una forma de escapar y olvidar la más grande de las pocas verdades absolutas que el ser humano posee: la muerte.

Estaba todo preparado para otro gran salto a la perspicacia de la continuidad repetitiva de la existencia, cuando, y sin previo aviso, el mundo dejo de ser una construcción subjetiva. De pronto, el mundo se redujo a paredes, sillas, mesas, camillas, ataúdes.

El mundo se ha reducido a aquellos hogares donde las familias por primera vez se conocen, se ha reducido a aquellos hospitales, donde reina toda la historia de la emocionalidad humana, desde la alegría más pura, hasta la más profunda tristeza. Sin previo aviso, el arte de aprender se vió relegado a la distancia de los participantes y la no compasión por aquellos que gozaban de una vida sin mayores trabas digitales.

Si hubo una humanidad antes de la pandemia, espero que nazca otra después. Una que reflexione profundamente sobre la coexistencia cultural de las sociedades y pierda el miedo a lo que sabe que le espera. Quizás así, serán libres del despropósito y la tristeza.