Latente
Alma en pena, un alma necesitada que busca ser acogida, anhela sentir el calor de unos labios entre abiertos que le susurre a media noche, el más bello de los poemas, desea sentir el sonido de un corazón latente que le recuerde que aún no está muerta.
La calidez que una vez la acompaña regresa cuando el rose de sus pieles hacen contacto bajo la fría noche de invierno, transformándola en una cálida brisa de verano. Deseosa alma que anhela tocar lo prohibido; la fruta que hace correr la tibia sangre dentro de su piel.
Pero el cuervo aún grazna, dando esperanza, esperanza que se ha visto sujeta a las riendas del tiempo y las manecillas del viejo reloj que hace tic- tac esperando la hora de tocar su campana, esa que está conectada en un lazo de dos mundos donde habita la muerte.
La misma muerte que quería conocer el amor, del alma solitaria se enamoró.
Y que al besarla se sintió nacer de nuevo, al obtener el beso de la muerte pudo verse absorbida, sintió su cuerpo al fin latente envuelto bajo las mantas del abismo, y fue recibida sin pudor alguno donde el hueco yacía, uniéndose a ella en un lazo divino.
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